Columnas

Daris Javier Cuevas

Se ha hecho algo frecuente el recurrir a tergiversar y manipular las cifras con la finalidad de inducir a la confusión a los diversos usuarios que requieren datos confiables para invertir, pero también para influenciar a quienes van a decidir sobre las elecciones de autoridades. Pero lo peor que está ocurriendo es que cifras tan delicadas como el crecimiento económico, la inflación, la deuda pública y el desempleo, situación que se ha convertido en una preocupación para los diferentes agentes económicos y la sociedad en su conjunto.

Las cifras han de ser fidedignas para que las mismas generen confianza a los usuarios y público en general ya que estas impactan de manera efectiva en las tomas de decisiones que de estas se pueden derivar.

Por tales razones, las cifras han de estar forradas y protegidas de un alto grado de calidad y credibilidad, acompañadas de múltiples factores como la precisión, coherencia, confianza e integridad.

Pero en vez de manipular las cifras, quienes tienen la responsabilidad de divulgar las mismas deberían orientar sus energías en construir una poderosa infraestructura de datos confiables como soporte en la elaboración de análisis e investigaciones que permitan impulsar estrategias adecuadas para que se promuevan políticas públicas eficaces. En adición, las iniciativas comerciales serian de mucho mayor éxitos ya que para ambos casos la calidad de las cifras seria la clave de la toma de decisiones llena de certidumbre.

Las cifras manipuladas tienen como características esenciales que son inútiles, que solo sirve para crearle satisfacción a quienes se apoderan de ellas para intentar crear una percepción entre la población sobre un evento que favorezca al gobierno para mejorar su imagen o de una empresa que desea incidir en el consumo de algún producto. Ahora bien, esto solo puede lograrse cuando los datos muestran cierto grado de confiabilidad y la misma podría generar aprobación en quienes reciben la información y descubren que las mismas reflejan un nivel de precisión y satisfacción.

La calidad de los datos tiene una extraordinaria dimensión ya que estos se utilizan como referencia para reconocer el estado y calidad en el cual pueden reflejar en qué medida son capaces de cumplir con las exigencias requeridas con cierto grado de precisión, de tal manera que sean una expresión de la realidad. Y es que la métrica de precisión va a evidenciar el porcentaje en que los datos son incorrectos e inconsistentes con el mundo real.

A la Luz de la verdad, unas de las dificultades que se generan con la falta de calidad de los datos radica en que estos logran ocasionar trastornos en su análisis, fundamentalmente si no se controlan a manera de alerta temprano cada cierto tiempo. Pero si bien estos inconvenientes pueden brotar por razones multifactoriales, incluso con el ingreso de datos tergiversados o formatos de datos falseados e inconsistentes, pues resulta que lo que realmente encuentra su raíz u origen es especialmente la ausencia de un control de los datos y de un marco de calidad en que estos sean o no adecuados.

En un análisis y citación de datos lo esencial es que se apoye en la calidad de estos ya que la ausencia de esta deriva en informes y divulgaciones con abundancia de errores que terminan con decisiones equivocadas cuyas consecuencias son muy costosas. Y es que el análisis de datos ha de ser subordinado a lo ético ya que las tendencias que se producen deben ser de alta calidad ya que la lógica formal establece que el que parte de premisas falsas arriba a conclusiones falsas, que generalmente ocurre cuando se violan los criterios de sensatez de la información generada.

En el caso de la Republica dominicana, es muy frecuente el uso indiscriminado de datos falseados utilizando falacias lógicas y argumentativas muy débiles y cuya finalidad es intentar validar los mismos para convencer a la población con sus razonamientos. Esto es, que se parte de una reflexión que presenta tener validez en la argumentación, pero resulta que carece de la misma, por tanto, no lo es.

Es decepcionante observar que de las altas instancias oficiales emanen las mayores cifras dudosas del desempeño de la economía, la política social, los niveles de transparencia, la corrupción, el desempleo, las finanzas públicas y la pobreza. La manipulación y las alteraciones de las cifras parecen no tener límites ni nadie que la pueda frenar, corriendo el riesgo de que nada sea creíble en perjuicio del Estado, la sociedad y la verdad.

Pero todo no se queda ahí, pues también se recurre a retorcer los datos que se obtienen en las encuestas electorales, las cuales se publican a imagen y semejanzas del cliente que la ordenó. Esta situación no pondera que las encuestas electorales como instrumento de investigación viabiliza la recolección de datos que permiten conocer las actitudes y opiniones de los ciudadanos a través de una muestra poblacional al elaborar un cuestionario con preguntas rigurosamente formuladas.

Pero resulta que las encuestas gozan de un alto nivel de popularidad y el uso frecuente de las mismas son utilizadas en los eventos electorales con la finalidad de conocer el perfil tendencial de los candidatos que procuran alcanzar un puesto de lección pública. Sin embargo, en la Republica dominicana se han creado múltiples firmas que, en una alta proporción, carecen de un marco metodológico riguroso que permitan obtener datos de calidad irrefutable y más bien se comercializan cifras según los desee el cliente, con las falacias no formales incluidas y es lo que explica la perdida de credibilidad en esta herramienta tan valiosa por las dudas a las que han sido empujadas.