Justicia para Sheila: A ocho meses de la fatal tragedia en la discoteca Jet Set
“Si Sheila estuviera aquí”. Esa frase se ha convertido en el amargo consuelo de los familiares y amigos de Sheila Lisbeth Berroa de Peña, la joven de 24 años cuya vida se apagó el pasado 8 de abril bajo los escombros del techo de la discoteca Jet Set.
Sheila no era una visitante asidua de la vida nocturna.
Residente en Canadá, donde se destacó como una estudiante brillante y gerenciaba una sucursal de Planet Fitness, se encontraba en República Dominicana por un trámite migratorio.
Esa noche, lo que debía ser un "lunes de merengue" junto a la orquesta de Rubby Pérez, se transformó en una herida abierta para dos naciones.
La noticia llegó a su familia en Canadá de la forma más cruel: el silencio de un chat de WhatsApp. Su hermano, Franclin Berroa, al enterarse del colapso del techo, intentó contactarla. "Sheila, la gente está diciendo cosas feas", le escribió. El mensaje nunca marcó el doble "check".
Poco después, la confirmación llegó desde el Inacif. Sheila había fallecido debido a una contusión en la cabeza. Fue de los primeros cuerpos recuperados tras el siniestro.
Impacto internacional
El legado de Sheila trascendió fronteras. En Canadá, sus compañeros de trabajo —personas de diversas nacionalidades— crearon un cuaderno de memorias con mensajes en inglés, hindú y hawaiano, testificando el impacto de su personalidad afable.
"La cantidad de personas que ella impactó fue lo que nos dio las fuerzas para aceptar lo que estaba pasando", relata su hermano Franclin.
A pesar de las muestras de afecto globales, la familia Berroa denuncia una ausencia total de humanidad por parte de los propietarios del establecimiento. René Berroa, padre de la víctima, es enfático: “No recibimos ninguna solidaridad de los dueños del Jet Set. Cero. Ni con nosotros, ni con los demás afectados”.
Ante lo que consideran una tragedia evitable en un lugar supuestamente seguro, la familia ha emprendido una demanda legal contra los hermanos Espaillat, propietarios de la discoteca.
"Espero que haya justicia, pero justicia de verdad. Esto no se puede quedar así", concluye su hermana Marbella, mientras el recuerdo de Sheila permanece vivo entre el frío de Canadá y el calor de su natal Yuma.
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