

En un artículo anterior mencionaba cómo, en los últimos años, el deporte ha sido transformado por intereses económicos, desplazando los valores fundamentales. Sin embargo, aún existen ejemplos que nos devuelven al verdadero significado del deporte, como la figura de Héctor Espino, un hombre cuyo apellido refleja todo lo contrario a lo que sugiere una planta espinosa, representando humildad y grandeza.
Espino fue un ser humano excepcional y un gran amigo. Considerado uno de los más grandes peloteros del béisbol mexicano, su nombre es sinónimo de grandeza en su país. Conocido como "El Supermán de Chihuahua", acumuló 2,752 hits, 453 jonrones, 1,573 carreras impulsadas y fue campeón bate en 13 ocasiones, con un promedio de bateo de .330 en la Liga Mexicana del Pacífico.
Su retiro fue en diciembre de 1984, cuando la afición y directivos de Hermosillo, equipo con el que jugó toda su carrera, le rindieron homenaje. En reconocimiento, el Estadio de Hermosillo pasó a llevar su nombre. Espino, un hombre tímido y de pocas palabras, atribuía su éxito al trabajo constante y la dedicación.
Durante su época de oro, Espino rechazó jugar en las Grandes Ligas, prefiriendo quedarse en México como ejemplo de entrega y humildad. A pesar de su fama, nunca permitió que la vanidad lo dominara.
Recuerdo verlo sentado en uno de los asientos de preferencia del Estadio Quisqueya en 1996, invitado a la Serie del Caribe para ser exaltado al Pabellón de las Series del Caribe. Al verlo allí solo, le pregunté: “Espino, ¿qué haces ahí solo? ¿Por qué no bajas a los palcos?” Se quedó callado y, con una sonrisa, me dijo todo lo que necesitaba saber. Aquel hombre de tantos éxitos se presentaba tal cual era, sin complejos, falsas apariencias, y, sobre todo, con una humildad que no se encuentra a menudo.
Destaco la humildad de Héctor, que siempre será su mayor legado. Desde mi pequeño espacio, lo recuerdo no solo por sus logros en el béisbol, sino como ejemplo en una época llena de contrastes. Su humildad fue su gran slam. Siempre lo recordaré por su sencillez, más que por sus hazañas. Como dijo el poeta: “Llevaba consigo una humildad tan sincera que parecía ir diciendo: Yo estoy en paz.
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