Columnas

Jos? M?rmol

A este prop?sito recuerdo una idea sentenciosa de Zygmunt Bauman, respecto de las caracter?sticas primordiales del arte en la sociedad presente que dice: “La vida de la modernidad l?quida es un ejercicio cotidiano de fugacidad universal”. La pol?tica, se suele sustentar, es el arte de la simulaci?n.

Detr?s, y quiz?s como fundamento de toda acci?n pol?tica, hay oculta la din?mica de una simulaci?n, de un simulacro que, como lo adelant? Jean Baudrillard, pas? de lo f?ctico a lo “fractal” mediante la pantalla, pero con la misma pretensi?n ideol?gica seductora.

Producto del apogeo y la aceleraci?n del medio digital, la fugacidad impl?cita en la simulaci?n del pol?tico ha pasado de los medios de comunicaci?n de masas y del espect?culo presencial a un accionar incesante, estresante y agotador a trav?s de las redes sociales y de los artefactos y plataformas digitales.

El ejercicio filos?fico, que dio como resultado el pensamiento complejo en Edgar Morin, manifiesta la vocaci?n de permanencia interrogativa, cr?tica, dial?gica y siempre orientada a la creaci?n de nuevos conceptos frente a los acontecimientos y la realidad venidera, por parte de la filosof?a.

La ?tica, en la medida que se ocupa del “ethos”, de la costumbre y del car?cter de un individuo o una cultura, parecer?a ser la disciplina filos?fica mejor encaminada a contribuir a mejorar la sociedad y encaminar el mundo hacia un mejor destino.

Si bien Arist?teles, desde su “?tica a Nik?mako”, y los precedentes de las escuelas griegas estoica y epic?rea, m?s el ingrediente moral de los sofistas y hedonistas, intentaron modelar el comportamiento, el car?cter o la conducta de los individuos y de la sociedad, pretensi?n que en algunos de sus preceptos b?sicos durar? en la patr?stica, la escol?stica, la m?stica y la asc?tica medievales, la ?tica de Spinoza, los fundamentos de la cr?tica kantiana y el trascendentalismo, comprendiendo adem?s las lecciones morales en Hegel, hasta llegar a los fundamentos ontol?gicos de Heidegger o los preceptos ?ticos de Arendt, Levinas o Jonas, entre otros m?s recientes, como Adela Cortina; si bien, subrayo, constituyen esfuerzos por lograr que se impongan el bien sobre el mal, la paz sobre la guerra, la justicia sobre la injusticia y la vida sobre la muerte, la pol?tica, en cambio, ha escamoteado esos prop?sitos de la filosof?a, en procura del logro de sus objetivos coyunturales, demasiadas veces mercuriales o de desbocada vocaci?n narcisista y, consecuentemente, de poder autoritario.

La pol?tica hoy d?a, contrario a la filosof?a, en la medida en que se atiene al simulacro, se resuelve y consuma en el ?mbito de la fugacidad universal. Ya no es en la raz?n, como procuraba Carl Schmitt, donde habr?a de fundamentarse la intenci?n pol?tica, la homogeneidad democr?tica.

Ahora es en la oportunidad, a veces irracional, de llegar al poder, contando incluso con armas como la manipulaci?n digital de los datos de los individuos o la utilizaci?n de desinformaci?n para confundir y teledirigir a los votantes.

Ahora tiene m?s trabas el pueblo llano para interpretar su propia voluntad democr?tica. Como finalidad ulterior, la pol?tica actual no parece procurar el bien en s? mismo ni el servicio a las mayor?as necesitadas, sino la permanencia a toda costa en el poder.

He ah? un intersticio donde el pensamiento filos?fico, junto al jur?dico y pol?tico, tendr?a espacio de construcci?n anal?tica, de propuestas salvadoras, m?s all? de cualquier tipo de moral individual o colectiva.

La filosof?a aporta a la creaci?n de conciencia acerca de la necesidad de construir el consenso que haga del destino de un Estado, el mismo de su comunidad. Filosofa quien, por encima del inter?s inmediato, otras veces mezquino del pol?tico, eleva la mirada hacia el mejor porvenir.