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A pocos metros, dos patrullas de la Polic?a Nacional espa?ola vigilan la zona, un punto de reuni?n de pandilleros donde esta semana tres encapuchados estuvieron a punto de matar al joven dominicano.

Madrid.- Santiago socorri? el pasado lunes en su tienda de arreglos del sur de Madrid a su hijo Alexander, de 16 a?os, a quien le acababan de asestar dos machetazos, uno de ellos en la cabeza.

El menor fue captado por una banda juvenil en un centro de acogida de la capital y su historia es la de un fracaso social que ha podido costarle la vida. Son las seis de la tarde y en el humilde barrio de Legazpi, en el sur de Madrid, hay muchos ni?os con sus padres jugando en un parque infantil.

A pocos metros, dos patrullas de la Polic?a vigilan la zona, un punto de reuni?n de pandilleros donde esta semana tres encapuchados estuvieron a punto de matar a Alexander.

Su padre, dominicano de 66 a?os que lleva media vida en Espa?a, atiende a EFE en una peque?a tienda de arreglos textiles de la misma plaza. “De repente me toc? a la puerta y me dijo que llamase a la ambulancia porque estaba herido.

Se sent? en el sill?n -donde a?n quedan restos de sangre- y le tapon? la herida de la cabeza”, relata. Alexander, a quien la Polic?a relaciona con los Trinitarios, fue asaltado cuando estaba sentado junto a su novia en un banco en lo que pudo ser un ajuste de cuentas o una “ca?da” -ataques por sorpresa que premeditan las bandas- de sus principales oponentes en Madrid, los Dominican Don’t Play (DDP). A?n no hay detenidos, seg?n fuentes policiales.

El menor, tras ser operado con una fractura de cr?neo y cortes profundos en las manos, ya se encuentra recuper?ndose en el centro de acogida donde ingres? “con 11 o 12 a?os”, recuerda Santiago.

Nacido en Espa?a, Alexander fue enviado cuando era un ni?o a Rep?blica Dominicana, pa?s de origen de sus progenitores, pero cuando decidieron que volviera a Espa?a ni su padre, en Madrid, ni su madre, en Italia, se hicieron cargo de ?l. Santiago afirma que su hijo, el menor de los nueve que tiene, se mueve en el entorno de las bandas y asegura que comenz? a coquetear con ellas dentro del centro de acogida, en el que tiene total libertad para entrar y salir. “Ha sido peor el remedio que la enfermedad”, lamenta.

“NO PUEDO HACER NADA>>

El de Alexander es un caso paradigm?tico de un joven nacido en el seno de una familia desestructurada y al que los servicios sociales no han podido conducir hacia su integraci?n en la sociedad, hasta que otros j?venes con carencias similares lo engatusaron prometi?ndole protecci?n como parte de una banda.

Su padre duda de esa seguridad, ya que ha sido ?l quien lo ha socorrido en varias ocasiones, la ?ltima el pasado lunes. Aunque le da “mucha pena”, cree que ya no puede hacer “nada” por ?l, ya que en los ?ltimos tiempos le advirti? “de mil maneras” de la peligrosidad del camino que ha tomado, pero no atendi? sus consejos.

Despu?s del ?ltimo ataque, Santiago no quiso “negar la realidad>> y admiti? ante familiares, polic?as y periodistas que su hijo fue agredido por pertenecer a una banda. Y tras dar la cara en varias televisiones, algunos de los pandilleros que suelen acompa?ar a su hijo por la zona irrumpieron en su tienda con “amenazas” y le han recriminado que ahora hay m?s presencia policial en la zona. “Me ha tra?do un problema aqu?”, sentencia.

“BOMBA DE TIEMPO>>

No es la primera vez que Santiago da la cara por su hijo. Una madrugada de hace escasos meses, unos agentes lo llamaron para solicitarle que acudiese a dependencias policiales para recoger a Alexander. Su padre cre?a que, como otras veces, hab?a sido detenido, pero nada m?s lejos de la realidad.

“Se lo hab?an llevado porque estaba deambulando solo por la calle y temieron que pudiesen ir a por ?l. Le dije a mi hijo que le hab?an salvado la vida>>. Tambi?n suele recibir llamadas del instituto, al que el menor ha dejado de asistir.

El padre cree que desde que est? en la banda se ha activado su propia “bomba del tiempo” y en cualquier momento, como le demostr? el ?ltimo “susto”, puede explotar. Como padre asume su “responsabilidad” en la deriva que tom? el menor, pero recalca que los servicios sociales y el propio Alexander “tienen que poner de su parte>>.

“Por ese camino hay tres finales- la c?rcel, el hospital y el cementerio. Tambi?n se puede ser un hombre ?til para la sociedad, pero la vida no regala nada, aunque dentro de la banda le hagan pensar que s?”, concluye.