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Así fue el traslado de 300 presos de cárcel La Victoria a Las Parras

17 December 2025
This content originally appeared on Listín Diario.
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Salieron en filas, gritando, eufóricos, esposados entre sí. Algunos levantaban la voz como desahogo; otros hacían señas con las manos. Así comenzó el martes por la mañana el traslado de un nuevo grupo de 300 reclusos desde la cárcel La Victoria hacia el Centro Correccional Las Parras, en el municipio Guerra.

Para algunos, el viaje representaba alivio. Para otros, el fin de una dura y larga espera. Entre la algarabía y las despedidas improvisadas, el grupo fue abordando los autobuses que los sacarían de una cárcel marcada por el hacinamiento y la corrupción, según las autoridades.

El operativo se ejecutó bajo estrictas medidas de seguridad.

Los internos salieron de La Victoria rumbo a Las Parras en cinco autobuses, custodiados por agentes SWAT y penitenciarios, como parte del segundo grupo trasladado hasta la fecha. Con estos 300, ya suman 600 los presos movidos al nuevo centro correccional.

Antes de subir a los vehículos, recibieron un mensaje muy claro.

“Van a llegar a Las Parras. Ustedes han oído hablar de cómo está eso allá. Después de que ustedes lleguen, el que quiera volver, me avisa, para traerlos”, advirtió el director general de Servicios Penitenciarios y Correccionales, Roberto Santana.

Al escuchar la advertencia, algunos reaccionaron con risas. Otros guardaron silencio. “Pórtense bien. Dios los bendiga”, les dijo Santana. “Amén”, respondieron. Y algunos internos se despidieron de los policías.

“Algún día nos volveremos a ver”, le dijo un interno a un agente de La Victoria antes de subir al autobús. “Mi jefe, con Dios”, expresó otro. “Ya nos vamos”, dijo un tercero, según constató Listín Diario.

El recorrido terminó a las 11:43 de la mañana. Duró casi una hora.

En Las Parras, nada fue al azar. Los internos descendieron por grupos, todavía esposados, y fueron conducidos al área de control, donde comenzó el proceso de depuración, bajo la supervisión de agentes penitenciarios y con el apoyo de perros de la Unidad K-9, que olfateaban cada bolso y pertenencia.

Sin las esposas, los reclusos pasaron por una máquina de rayos X. En una de las revisiones, el equipo detectó tres cuchillas de afeitar escondidas dentro de una biblia. Tras completar esa fase, y los internos avanzaron al siguiente filtro.

El ingreso continuó con el registro general y la atención por especialistas de distintas áreas.

“Chequeamos que cada uno corresponda realmente a la persona que estamos ingresando”, señaló la encargada del departamento nacional de salud del sistema penitenciario, Gaury Sisa.

Después recibieron sus indumentarias. Los condenados son identificados con camiseta azul y jeans azul oscuro; los preventivos, con camiseta verde. A todos se les entregaron zapatillas de goma negras y un kit de higiene. A quienes tenían dinero se les abrió una cuenta, aunque el sistema de compras funciona mediante tickets.

La emoción era evidente. Unos pocos sonreían. Otros observaban con cautela el nuevo entorno. Todo se hacía en orden. Luego, fueron llevados a sus celdas.

“En el pabellón se les da una inducción sobre sus deberes y derechos, las leyes y normas que deben cumplir, y posteriormente se procede a la evaluación médica”, explicó Sisa.

El subdirector nacional de tratamiento del sistema penitenciario, Bernardo Henríquez, recordó que este proceso ya fue planificado.

“Previo a todo esto hubo un perfilamiento anterior de los privados de libertad que ingresarían hoy a Las Parras”, indicó.

De momento, Las Parras ha sido habilitada para albergar más de 2,400 reclusos.

Un recorrido por las celdas

El centro mostraba otra cara del sistema penitenciario. Uno de los cuadrantes ya habilitados cuenta con dispensario médico, comedor, biblioteca, aulas con equipos modernos y clínica odontológica.

En un recorrido, al llegar a uno de los pabellones, desde las ventanas aseguradas los gritos se escuchaban a lo lejos. Algunos internos del primer grupo sacado de La Victoria golpeaban las puertas o sacudían las rejas de sus celdas.

Las autoridades explicaron que se tratan de privados de libertad que presentan cuadros de abstinencia por adicción a distintas sustancias.

Más adentro, el clima era otro. Un grupo de internos se relajaba jugando dominó. Otros permanecían en sus celdas o miraban hacia el exterior.

Uno de los internos trasladados, perteneciente a ese primer grupo, habló del cambio. Está condenado a 10 años de prisión y ya ha cumplido cinco, por un caso de violencia de género.

“Ya no hay gente tirándote humo en la cara. Aquí estamos de maravilla. Es mucho mejor en todos los sentidos”, dijo el recluso, que prefirió el anonimato.

Explicó que incluso los procesos judiciales son más ágiles: “Para la justicia es más rápido. Ya uno no tiene que ir, ellos vienen a donde uno. Todo es puntual. No hay quejas”.

El director general de Servicios Penitenciarios y Correccionales, Roberto Santana, aseguró que Las Parras opera con un enfoque distinto.

“Aquí hay un equipo multidisciplinario: trabajador social, psicólogo, médico…”, afirmó.

Indicó además que es obligatorio que los internos estudien y trabajen durante su permanencia en el centro.

Santana explicó que los traslados se realizan tomando en cuenta el perfil del preso —principalmente los menos peligrosos— y la cercanía familiar con el municipio Guerra o zonas aledañas.

Previo al traslado, La Victoria fue cerrada de forma técnica en un acto encabezado por Santana. “A La Victoria no puede entrar ningún interno. Los nuevos ingresos correspondientes a esta jurisdicción deberán ser destinados a Las Parras”, explicó.

También garantizó que en el nuevo centro no se permitirán delitos electrónicos.

“Esos delitos no entran solos, lo entra alguien. Si alguien no está, funciona bien”, sostuvo.

¿Qué hacen los reclusos en el día?

La vida diaria en el centro sigue un horario estricto. La directora de Las Parras, María Soriano, explicó que la jornada inicia a las 6:00 de la mañana con el levantamiento, el aseo y el conteo general.

Luego viene el desayuno y, a partir de las 9:00, las actividades educativas, culturales y de formación laboral.

A las 11:30 regresan para el almuerzo y luego continúan con las actividades. El centro dispone de biblioteca, aulas, canchas de baloncesto y espacios para juegos de mesa como dominó.

La Victoria, símbolo de “corrupción”

El coordinador del Área de Justicia de la Oficina Nacional para la Reforma Penitenciaria, Juan Dionisio Rodríguez, calificó el cierre de la cárcel La Victoria como “histórico”.

“Es el acto simbólico más extraordinario en los últimos 60 años”, afirmó.

Recordó que la Penitenciaría Nacional La Victoria, inaugurada en 1952, se convirtió con los años en un símbolo de corrupción, extorsión y violaciones a la dignidad humana.

“Jamás en República Dominicana puede existir un centro como La Victoria. Esto hay que destruirlo para bien de la nación”, sentenció.